diumenge, 11 de març del 2012

¿Somos realmente libres?

El hombre que dijo “prefiero ser afortunado que bueno” tenía una profunda perspectiva de la vida. La gente teme reconocer la parte tan grande de la vida que depende de la suerte. Da miedo pensar que sea tanto sobre lo que no tenemos control.” Match Point, de Woody Allen.


La pregunta es, ¿tenemos control sobre algo? ¿Hasta qué punto somos libres? Hace tiempo ya que quiero tratar este tema en el blog, concretamente desde que asistí al debate titulado como “Som esclaus dels nostres gens?” en el bar de ciencias del OCCC, donde el genetista David Bueno y la etóloga Ester Desfilis trataron esta cuestión respondiendo a las múltiples preguntas que fueron surgiendo entre el público. Así pues, mi respuesta a estas preguntas estará influida tanto por las conclusiones que pude extraer de este debate como del haber cursado el cuatrimestre pasado la asignatura de Neurobiología Funcional.

Empezaré con una pregunta sencilla; ¿quién eres?, ¿qué eres? Si yo tuviera que responder a esta pregunta, diría que yo soy mi cerebro. Pensad, si no, qué pasaría si existieran los trasplantes de cerebro. El cerebro eres ; es él el que está, en estos momentos, integrando la información sensorial que estas recibiendo ahora mismo, el que está controlando el movimiento de tus ojos a través de estas líneas, el que está transformando las combinaciones de símbolos que ves en conceptos con significado y el que está sintiendo emociones que, espero, se acerquen ahora mismo a la curiosidad y no al aburrimiento. El cerebro es, por tanto, un órgano extremadamente complejo que se convierte en único responsable de todas tus acciones, que está formado por conexiones neuronales que van siendo modificadas constantemente. Si llevo esto último hasta el extremo, me emociona pensar que yo no seré la misma después de escribir esto, ni tú serás el mismo después de leerlo.

Entonces, ¿hasta qué punto somos libres? En un experimento sencillo, se registró la actividad cerebral de distintas personas a las que se les pedía que eligieran algo (sintiéndolo mucho, no recuerdo el qué y en el debate tampoco se dieron referencias del experimento). Observando los patrones de actividad, podía saberse qué elegiría cada persona antes de que ésta fuera consciente de su propia elección y, no sólo esto, sino que estimulando determinadas zonas podía hacerse que la persona “eligiera” lo que el investigador quería. La persona creería, en este caso, que ha sido libre en su elección. Parece importante, de hecho, creernos libres a la hora de tomar decisiones; podría ser más sencillo no hacernos conscientes de dicha elección, puesto que en nada cambiaría (nos hacemos conscientes una vez la hemos elegido). Ser conscientes nos permite, sin embargo, aprender de las experiencias, poder condicionar distintos estímulos a determinadas respuestas que han tenido consecuencias positivas. De hecho, podría decirse que ni si quiera elegimos de quién enamorarnos; el estado de enamoramiento se relaciona con una menor actividad en el córtex prefrontal, región relacionada, entre otras cosas, con la inhibición social y la capacidad de predecir las consecuencias futuras de determinadas actividades (es decir, relacionada con la racionalidad). Así pues, quizá tu pareja ideal no será exactamente como tú esperas que sea sino que tendrá la suerte de haberte encontrado en un momento de debilidad de tu córtex prefrontal.